Desde que era niño, siempre he tenido una atracción especial por el arte, nuestro pasado y nuestras raíces.

Un pasado en el que, a pesar de las guerras y la inestabilidad geopolítica, imperaba la elegancia, el culto a la belleza como materialización de las artes más sublimes.

De este concepto deriva mi pintura, una pintura que no renuncia a la tradición pero de la que, efectivamente, se inspira respetuosamente.

Esto también se refleja en los retratos que pinté. Me encanta pintar los sujetos en ambientes llenos de encanto y elegancia, resaltando el lado noble de su carácter con especial atención a los detalles que dictan su esencia.

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